Estoy celoso.
Me encuentro un estado de recelo.
Todo por una mujer. . .niña? Jóven. Sí, una jóven.
He albergado este sentimiento por un tiempo ya, desde principios de julio, o algo así.
Mentes cochambrosas y mentes propensas a pensar en drama, fuera, la X para cerrar ventanas está ahí, arriba, roja en mi ordenador, no sé en el suyo.
Esta jóven va por el nombre de Andrea Chapela. La conocen? Puede que no, creo que todavía no es TAN célebre. Puede que sí, y pues que felicidad para ella (¿creo?).
El asunto es este: Chapela escribió un libro que ha recibido críticas bien chéveres y suaves. Se le ha llamado una genio, seguro, y deseado éxito en su carrera literaria. Que el ¡Qué bueno! y el ¡Ojalá dejes marca en la literatura mexicana y mundial! Que es un ícono de los mexicanos y del porvenir. Le han dado "Güaus", "Wows" y la han llamado "La heredera de J.K. Rowling".
Andrea Chapela tiene 19 años (o igual y ya veinte, yo qué sé).
¿Por qué no entiendo la portada de tan complementado libro?
Pues, caray, por la sencilla razón de que no lo he leído. Bueno, no completamente. Mi prima que vive allá lejos lo tiene, una tarde se lo robé y empecé a leer. Claro, ni la mejor escuela IB te puede entrenar a leer cuatrocientas y tantas páginas en cosa de dos o tres horas. Creo. Espero.
Pero igual, aquí mi crítica del libro este no llega a ser válida. ¿Que por qué? Pues, querido lector(@s) porque yo estoy celoso y receloso de aquella a quien la gente se refiere con el nombre de Andrea Chapela. Es tal mi estado que un review de mi parte seria totalmente subjetivo (aún más de lo que las críticas usualmente son).
¿Ven? Puedo analizar mi propia situación objetivamente sumergido en un mar de subjetividad.
Pero entre mis refunfuños y pucheros la cosa queda en que Andrea Chapela, a 19 ó 20 años de haber nacido, ya tiene un libro publicado, la secuela escrita y el tercero en camino. Bueno, cualquiera que la considere menos que una heroína yo personalmente acuchillaré con un stiletto (y no estoy hablando del tipo que es una daga). La mujer o niña o jóven anda en su último año de preparatoria (¿o ya entró a la UNAM?) y aún así escribe de manera que dejaría a cualquier autor orgulloso (excepto a Cristopher Paolini, que se tarda varios milenios en sacar cada entrega de su propia tetralogía). Seguro que Chapela anda viviendo los dramas de cualquier high school y una de trabajo que ni nos imaginamos, y aún así anda escribiendo desenfrenadamente y con convicción correcamineana.
Chapela empezó a escribir a los 15 años, en fanfics de (preparate/preparense) Harry Potter. Bueno, "La heredera", según sé, tiene aires Potternianos. Indudablemente, le quedaban sus fanfics re-lindos y re-frescos. (Aquí yo no ando haciendo crítica de su obra ni de su estilo.) Como se ha hecho de mi conocimiento, un amigo/conocido un día la retó a escribir algo propio, fuera del universo de Rowling, con personajes y mundos suyos solamente. ¡Pero qué peripecia Aristotélica para Andrea! Así fue creado y creciendo el mundo de Vaudïz. A los 19 años, este mundo ya está publicado.
Tengo, en mi escritorio frente a mí, un artículo de la revista Chilango que habla de Andrea. La estrategia era la siguiente: con el odio (que con el tiempo se tornó en celos) que yo sentía, ver a Chapela observándome desde esa página de revista cada día, cada hora frente a la computadora, cada minuto junto a mis papeles, con su mirada indescifrable me ayudaría a escribir. ¡Yo, a mis 16 años, podía vencerla con mi pluma y papel/documento de Word!
Pues la estrategia funcionó. Funcionó por algunas semanas. Ahora, el artículo de página completa sigue pegado frente a mí, sostenido por cinta adhesiva, pero se ha vuelto parte de mi entorno, ya no resalta. Ya su mirada se ha vuelto parte del escenario de mi cuarto. Ya mi odio irracional se ha vuelto celos de inseguridad. Ya no escribo por vencerla, ya ni tiempo tengo.
Una amiga mía (tocaya de aquella de quien hablo) quisimos ganarle, ser publicados antes de cumplir los 19. Jugamos a un juego infantil. Chapela, lo reconozco, no se llega a donde tu llegaste con celos, competitividad y deseo de cierto grado de reconocimiento a tan corta edad (o así lo quiero creer). Se necesita tanto talento como perseverancia.
La verdad, cuanto odio abarqué hace poco, y cuantos celos tengo hacia ti, Andrea Chapela, pero felicidades. En mi estado de subjetividad, no sé cuanto éxito te deseo - si es que lo deseo - pero reconozco lo que haz logrado y me impresiona.
Sin más que decir
y nada por hacer
The Taleteller